Cuando Da Vinci intentaba dar con la expresión facial que caracterizara a la Gioconda, trabajó en una serie de proyectos que luego desechó. Esas creaciones a medias, fueron rematadas en Europa y dieron la vuelta al mundo durante un buen tiempo. Claudio Matte, en uno de sus tantos viajes, compró uno de estos proyectos pensando que luego sería una gran reliquia. Llegó a su casa, y ubicó la escultura en el centro de la sala de estar, donde permanece hasta hoy. Pocos lo saben, pero La Frígida en realidad se llama Donna Frigida, y vendría siendo algo así como la tía abuela de la Monalisa. Es cosa de comparar y mirar bien nada más.
Juan Sin Tierra
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